lunes, 17 de febrero de 2014

La Discusión pública I


(Nota: Este blog debe ser entendido como el desarrollo y presentación de una idea, por ello, si es la primera vez que lee sobre Democracia Participativa Gobedana, le recomiendo comenzar por la primera página del blog y continuar desde allí)




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Como recordará hemos definido “Democracia” como "Una forma de gobierno basada en la Discusión Pública y Votación posterior de la población". Todo los términos en esta definición son importantes, sin duda, pero el más complejo y polémico, y el que más tiempo nos va a ocupar es el de “Discusión pública”. 
Se supone que toda decisión viene precedida de algún tipo de meditación o discusión a cerca de de su idoneidad por parte de las personas que tienen que decidir. Todas las formas de gobierno por primitivas que sean, si es que van a sobrevivir, necesitan un mínimo de reflexión. De manera genérica la Discusión Pública es inherente a la toma de decisiones. La Discusión Pública puede restringirse a una sola persona, un círculo estrecho como un consejo de ministros, un parlamento o implicar a toda una nación como cuando se eligen representantes políticos. En este caso a la Discusión Pública le damos un nombre específico; Campaña Electoral. Por ello las preguntas sobre las discusiones públicas son muy similares a las que nos hacemos alrededor de las campañas electorales ¿Vamos a tener acceso a toda la información necesaria para formarnos una opinión? ¿Existe el riesgo de que sólo los grupos más poderosos y organizados puedan participar en las discusiones públicas y los ciudadanos seamos simples espectadores? ¿Cuál será el papel de los medios de comunicación? ¿Y cuál el de los partidos políticos, sindicatos, organizaciones religiosas y demás grupos de presión? ¿Serán muy costosas? ¿Quién las financiará? y algunas dudas más que despiertan desconfianza… este asunto puede alargarse más que un día sin pan, de manera que le ruego paciencia.
De forma intuitiva, y no solo intuitiva, podemos ver la Discusión Pública como un proceso muy similar al que tiene lugar dentro de nuestras propias cabezas antes de tomar una decisión. Sucede que una función muy importante de nuestro cerebro es la de simular. Lo que llamamos meditar una decisión, ya sea un movimiento de ajedrez o donde invertiremos nuestro dinero, consiste en “simular” cuáles serían las consecuencias de nuestros actos, antes de llevarlos realmente a cabo. Así pues la Discusión pública es como un gran juego en el que compiten escenarios futuros, visiones, sobre las consecuencias de que salga una u otra opción. No soy ningún temerario si afirmo que lo que realmente preocupa a un electorado experimentado son las consecuencias de lo que se decida. Prioritariamente la Discusión trata de responder a la incógnita de cuál de todas las opciones de voto es la más superviviente para la sociedad y, por supuesto, cuál es la más superviviente para cada individuo que va a ejercer el voto. Y, como quiera, que las cosas materiales suelen considerarse muy importantes para la supervivencia, casi siempre, por no decir siempre, se estará decidiendo sobre dinero. Ya sea que se aprecie de manera rápida y directa o nos cueste mucho darnos cuenta, siempre hay repercusiones sobre el reparto de las rentas que se generan en la nación; por mucho que estas repercusiones materiales se escondan tras una cortina de demagogia buenista, moralidad ecuánime, valores humanos o religiosos irrenunciables y desinteresados, lo que se discute, es el reparto de la "cosecha" anual, la Renta Nacional, no perdamos nunca esto de vista.
Para nuestros intereses, podemos definir la Discusión Pública como Periodo de tiempo previo a una votación, durante el cual se desarrollan actividades comunicativas con la intención de que el ciudadano se forme una opinión y pueda votar en consecuencia. En la práctica, emplearé el término “Discusión Pública” tanto para referirme al periodo de tiempo como a las actividades que se desarrollan durante ese periodo. La Discusión Pública se puede visualizar como una máquina cuya finalidad fuese fabricar la opinión de los ciudadanos. Visto de esta forma podemos evaluar la calidad de una Discusión Pública concreta por la calidad de su producto: La Opinión.
Pero ¿qué es eso a lo que llamamos “opinión”? En castellano la palabra “opinión” es demasiado imprecisa para que sirva a nuestros fines, por eso, vamos a darle un significado más específico distinguiendo entre “postura” y “opinión”. “Posturas” son las ideas que usted tiene sobre el aborto, el matrimonio homosexual, la educación, los impuestos, etc. Se trata de simples posturas porque lo que usted opine sobre esos asuntos no tiene ninguna influencia sobre lo que finalmente decida el gobierno de turno, que raramente o nunca somete estos asuntos a votación. “Opinión”, por el contrario, son las ideas que usted tiene sobre algo en lo que sí puede decidir en su totalidad o en parte directamente, como por ejemplo, qué modelo de automóvil va a comprar, y, también como ya hemos dicho, quién será el próximo partido gobernante. Más claro: usted puede tener una “postura” sobre de qué color debería pintarse la Torre Eiffel, no una opinión; pero si puede tener una opinión sobre como pintar la escalera de su comunidad ya que va a poder decidirlo, en alguna medida, votando en la reunión de vecinos. Así pues usted tiene opinión sobre lo que puede decidir y sobre todo lo demás solo tiene posturas; la capacidad de decidir es lo que marca la diferencia entre “opinión” y “postura”.
¿Y por qué no podemos tener opinión sobre algo que no podemos decidir? Ya hemos mencionado que una postura no tiene consecuencias y una opinión sí, una nos hace responsables y la otra no. Es una de las diferencias entre las encuestas y las votaciones. No es lo mismo responder en una encuesta que se está de acuerdo con la pena de muerte a votarlo; una mata y la otra no. Otra razón por la que no podemos tener opinión es que para tenerla tiene que desplegarse ante nuestros ojos el drama de la discusión y así podamos averiguar qué opinan los demás, ya sean los grupos más directamente afectados, los líderes de opinión o nuestros amigos y familiares y, se nos ofrezcan muchos de los datos disponibles. Como decíamos a propósito de las simulaciones, durante la Discusión Pública los interesados en que salga una u otra opción de voto despliegan escenarios ante nuestros ojos, pero también necesitamos datos para valorar la probabilidad de que se den finalmente los escenarios que nos presentan; se necesitan escenarios y datos objetivos para valorarlos. Pero sucede que la información, entendida como datos más o menos objetivos y contrastables, sólo se pone a nuestra disposición cuando vamos a formar parte de las decisiones. La información sale a la luz si va a haber votación, si no es así ni todos los interesados ni todos los intereses ni toda la información se muestran a la luz pública ni le prestamos atención caso de que se mostrasen. Por cierto, la falta de información es otra de las cosas que diferencian una encuesta de una votación, razón por la cual una encuesta es un pobre sustituto de una votación y el gobernarnos por encuestas, como ahora nos gobernamos, tiene consecuencias desastrosas. ¿Qué puede contestar una persona a una pregunta si no tiene información sino tan solo le han llegado rumores y ruido mediático?
Pues bien, si un asunto no se va a decidir mediante una votación, puede que los más interesados consideren que lo más eficiente sea negociar directamente con los políticos a espaldas de la ciudadanía. Y, en su caso y el mío, si no vamos a decidir ¿para qué queremos saber? Todo lo más, al ciudadano medio nos basta un poco de información, aderezada con mucha emotividad, para tener una postura. Si no va a haber una votación, a lo más que vamos a tener acceso es a “Campañas de Opinión”, que se suele confundir con las Discusiones Públicas, un gato por liebre más de la Democracia Representativa, financiadas por grupos de presión que intentan influir de manera indirecta sobre la decisión final del gobierno. Esto es algo muy por debajo de las necesidades de una D. Participativa Gobedana; el gobedano necesita información puesto que va a ser quien, al menos en parte, decida; el ciudadano no necesita información puesto que no decide, como mucho, necesita sentirse emocionalmente implicado con las decisiones de los políticos y eso más que información requiere de demagogia, es decir, medias verdades, mentiras flagrantes y toneladas y toneladas de prejuicios y palabrería sentimentaloide; pero qué le voy a contar que usted no sepa y sufra diariamente.

Si el objetivo de la Discusión Pública es que el ciudadano se forme una opinión para poder votar, lo siguiente es preguntarnos quienes van a intervenir en dicha Discusión. En principio, todos tendremos derecho a participar, más que nada porque es muy difícil excluir a nadie de dar su opinión, si es que dispone de cauces y recursos para hacerlo, incluidos otros países, empresas y organizaciones no nacionales, que pueden estar más interesados en su beneficio que en el nuestro. Para no complicar mucho el análisis, por el momento, nos olvidaremos del “sector exterior”. Así, con “todos” nos referimos a todas las personas, empresas, organizaciones e instituciones de todo tipo incluido el propio Estado del país de que se trate. Para nuestros fines podemos agrupar a “todos” en tres grandes grupos de agregados: los Ciudadanos, o más propiamente Gobedanos ya que se les permite decidir, tomados de manera individual, es decir, uno a uno; los Grupos, que incluye todo tipo de organizaciones con y sin ánimo de lucro y, finalmente, el grupo formado por todas las instituciones del Estado.
Podemos imaginar a esos tres grandes grupos, Gobedanos, Grupos y Estado, como tres parroquianos dialogando sentados alrededor de una mesa de café; la Discusión Pública, sería entonces, el diálogo que mantienen entre ellos. Y ahora es cuando empiezan las complicaciones, porque idealmente se supone que todos tienen que poder hablar con los otros dos, incluso que puedan comunicarse consigo mismos. Y esto no es sencillo ya que se requieren necesariamente de nueve caminos. De manera que un Gobedano concreto, debería poder comunicarse con el Estado, los Grupos y, por supuesto, con los demás gobedanos, eso hace tres caminos. Lo mismo para los Grupos, que deben poder comunicar con otros grupos, los gobedanos y con el Estado. Igualmente el Estado que, al ser a su vez un agregado de instituciones, deben poder comunicarse entre ellas y, claro está, debe poder dirigirse a cada grupo y a cada gobedano en particular. Como decíamos, suman nueve caminos o vías para la comunicación que deben ser garantizados, en alguna medida, para que exista una Discusión Pública acorde a las necesidades de una Democracia Participativa. Algunos caminos ya existen y están más que asentados, como por ejemplo, los que permiten llevar una comunicación desde el Estado a los Gobedanos y a los Grupos. El Estado, cuando quiera y como quiera, ya sea mediante campañas en los medios o mandándonos una comunicación a nuestra dirección, física o electrónica, nos dice su opinión y lo que desea de nosotros, incluso nos prepara una cita personal con un funcionario o nos manda a la policía a buscar si lo cree necesario para que le hagamos caso; desde luego medios no le faltan para comunicarse. En el otro extremo, en cuanto facilidades, está la comunicación del ciudadano actual con el Estado que, sencillamente, no existe. Ciertamente usted puede comunicar con el Estado para asuntos que le atañen de manera particular, como por ejemplo hacerle saber que no está de acuerdo con el cobro de una tasa o con el pago de una multa, pero para su opinión sobre asuntos de interés general, como lo que opina sobe el trazado de un proyecto de carretera, política de inmigración, legalización de drogas, etc., sencillamente no hay caminos establecidos. En la Democracia Representativa actual si un ciudadano quiere hacerle llegar al Estado lo que piensa sobre algo de interés general debe, obligatoriamente que ponerse en manos de los representantes de grupos para comunicar con el Estado, por algo vivimos en una Democracia representativa; ni aún los representantes de los grupos disponen siempre de cauces claros para comunicar con el Estado. Por supuesto siempre puede, si está muy deseoso de que le escuchen, quemarse vivo a las puertas del Parlamento o intentar pegarle un tiro a un diputado o al mismísimo presidente. Pero, convendrá conmigo, en que la Democracia Participativa debería encontrar maneras más eficientes y normalizadas para que los gobedanos, repito, de manera individual, se comuniquen con el Estado. Otros caminos, ni siquiera eran concebibles, hasta la llegada de las nuevas tecnologías de la comunicación, me refiero a que una persona, sin apoyo de un grupo y sin grandes recursos económicos, pudiera ser escuchada por muchas otras.

Comprender la Discusión Pública se reduce, en gran parte, a comprender estos nueve caminos, y, sin duda, nos dedicaremos a ello más adelante; pero antes de continuar con ello me gustaría poner algún ejemplo que de algo de concreción al tema que amenaza con volverse demasiado abstracto. 

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