martes, 24 de septiembre de 2013

Por qué partidos e ideólogos, de todo signo y tendencia, rechazan la Democracia Participativa Gobedana

(Nota: Este blog debe ser entendido como el desarrollo y presentación de una idea, por ello, si es la primera vez que lee sobre Democracia Participativa Gobedana, le recomiendo comenzar por la primera página del blog y continuar desde allí)

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Parece lógico que los dirigentes de los partidos perciban cualquier forma de Democracia Participativa como una amenaza para su poder hegemónico, de la misma manera que, en otro tiempo, la nobleza no podía ver con simpatía la pretensión de la burguesía por participar en las decisiones políticas. Yo en su caso haría lo mismo. Y, aunque como he sugerido en otra entrada del blog, si los dirigentes de los partidos juegan bien sus cartas pueden lograr si no más poder, porque eso es imposible, si garantizar un puesto preeminente para su partido, en un futuro más democrático. Pero hasta que no visualicen esto, es normal que no quieran oír hablar de participación ciudadana.

Sin embargo resulta más difícil de explicar por qué los defensores de las ideologías sean las que sean, rechazan la Democracia participativa, entendiendo la participación como participación de los individuos, no de grupos organizados. Desde el liberalismo radical, hasta el comunismo, pasando por ecologistas y asamblearios, todos la rechazan… ¿por qué? La respuesta es simple; no son demócratas, al menos no son suficientemente demócratas. Pero aún así, pasando por alto este "pequeño" detalle, cabría pensar que puesto que la DPG abre puertas a la expansión de sus ideas ya que van a tener más oportunidades de hacer propuestas y de argumentar sobre ellas ante los votantes, que al menos de manera estratégica apoyaran el modelo participativo gobedano; pero no ha sido así, ni mucho menos, solo ha encontrado desconfianza y rechazo.
En un principio, no podía entender su cerrazón, hasta que empecé a interesarme por su propia visión del futuro. No fue difícil darme cuenta de que todos estos grupos ideológicos, más o menos puristas, comparten una idea común; “El gran colapso”. Piensan que la sociedad colapsará debido a que no siguen en puridad su ideología y, como justo castigo entraremos en una crisis irreversible y que cuando esto, inevitablemente se produzca, ellos, los puros, heredarán la tierra, jaja. Para los de izquierda, comunistas o asamblearios las masas durante la Gran Crisis terminará alzándose contra sus opresores y encumbrándoles a ellos como salvadores. Para los liberales, igualmente el colapso les dará la razón y la gente comprenderá el error de tener un Estado demasiado grande e intervencionista y abrazarán sus tesis. De hecho es algo que tienen tan claro que hablan abiertamente de ello y planean que hacer llegado el momento unos hablan de la Gran Huelga General y los otros han elaborado planes de acción concretos que les permite en cada escenario de crisis introducir más políticas liberales. De manera que solo tienen que esperar, y, de una manera pasivo agresiva, desear, que la sociedad fracase de manera estrepitosa, su deseo ni siquiera mal disimulado es; cuanto peor mejor. Y esa es la auténtica razón por la que rechazan la DPG, su implantación implicaría que su ideología siguiese compitiendo con las demás, cuando ya han visualizado un futuro perfecto en el que tendrán todo el reconocimiento y poder que ansían. Si le parece que exagero pregunte a uno de esos ideólogos o simples seguidores como será el futuro… indefectiblemente todo pasa por un colapso que les terminará dando la razón… y, necesariamente, el poder a los suyos.
Ya he comentado que las ideologías no son precisamente demócratas o dicho de otra manera, si sus adeptos tienen que elegir, en una situación concreta, terminan sacrificando la democracia en favor de la ideología.

Pero, no pretendo engañar a nadie, la DPG no solo es rechazada por los dirigentes de los partidos y por los puritanos ideológicos de cualquier ideología, también y, esto es muy frustrante, tampoco levanta ninguna simpatía ni entusiasmo entre los ciudadanos comunes y corrientes. La razón de esta indiferencia, cuando no rechazo, de la ciudadanía es algo que debe explicarse y, sin duda, lo haré... pero en otro momento. 


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domingo, 15 de septiembre de 2013

La evolución del nombre desde "Democracia Real" a "Democracia Participativa Gobedana"


(Nota: Este blog debe ser entendido como el desarrollo y presentación de una idea, por ello, si es la primera vez que lee sobre Democracia Participativa Gobedana, le recomiendo comenzar por la primera página del blog y continuar desde allí)

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Nunca he explicado el porqué comencé refiriéndome a esta forma de gobierno como “Democracia Real” hace más de quince años y ha terminado con el nombre de “Democracia Participativa Gobedana”. Cambiar los nombres de las cosas crea confusión y si no se justifica puede parecer algo caprichoso y arbitrario. Y aunque un poco tarde, me siento en la obligación de dar una explicación de cómo y por qué ha sucedido. 
Cuando, como he dicho, hace más de quince años empecé a interesarme por procedimientos en la manera de votar más ágiles  que permitiesen la celebración de referéndums más frecuentes, pronto me di cuenta que aquello desembocaba, inevitablemente, en un nuevo modelo de gobernarnos, me vi en la necesidad de darle un nombre. El primero que se me ocurrió, “Democracia Participativa” tuve que descartarlo porque entonces estaba muy presente la experiencia de los Presupuestos Participativos de Porto Alegre en Brasil y temí que se confundiese el  modelo que proponía con ese otro. Había una gran diferencia entre las dos; los Presupuestos Participativos de Porto Alegre tenían que ver con la participación, pero esta participación fundamentalmente se hacía a través de grupos más o menos organizados, y no mediante la participación directa de los ciudadanos, y esa era para mí una diferencia crucial, por lo que era conveniente marcar distancias. Se me ocurrió entonces, darle el nombre de “Democracia Participativa Ciudadana”, porque me parecía que añadiendo “Ciudadana” se resaltaría la diferencia, pero no me terminó de convencer. Pensé entonces en el nombre “Democracia Directa” que destacaba el hecho de que en el modelo perdían importancia los intermediarios, me refiero a los políticos, y las decisiones se tomaban “directamente”, en alguna medida, por los ciudadanos. Pero, finalmente, terminé adoptando el término de “Democracia Real”, que si bien al principio me resultó fresco y contundente, con el tiempo ha resultado ser muy confuso y, además  pretencioso. Confuso, por tres razones, la primera es un tanto pueril, se trata de que algunas personas creían que con “Real” se hacía referencia al rey, de modo que “Democracia Real” pensaban que  tenía que ver con la democracia en las monarquías, jaja. Ahora resulta cómico, pero entonces esta confusión, entre la gente menos informada, no era infrecuente. Pero había otra razón, que terminó siendo muy irritante. El término “Real” parecía dar a entender que la “democracia Representativa” en la que vivimos no es real, en el sentido de verdadera, y que no se trata más que de una engañifa, una construcción engañosa diseñada por unos pocos para confundir a la mayoría. Esto es algo que no pienso y oscurecía el hecho de que la “Democracia Representativa” era la antecesora y por tanto madre de lo que quiera que venga después. Pero, algo aún más inquietante, se escondía tras la palabra “Real”; daba a entender que el modelo de democracia al que se aplicaba era un modelo acabado y perfecto, tras el que no cabía cambio ni mejora posterior. Esto estaba totalmente en contra de la idea evolutiva que está en la base de cuanto mantenemos aquí; porque una cosa es que no podamos ver el futuro del futuro y otra que creamos que después del futuro ya no hay un futuro distinto. No quería caer en la misma falsa idea, por muy conveniente que resulte cuando todo va bien, sobre que vivimos en un modelo perfecto lo único que pasa es que la gente no está a la altura. Al igual que se pensaba antes de la Revolución Francesa cuando creían que la monarquía era perfecta sólo que los monarcas no estaban a la altura, jaja. Que es, por cierto, una idea idéntica en la que están atrapados los ciudadanos actuales, tal vez incluso usted mismo; "la democracia es perfecta lo que pasa que los políticos son unos ladrones", jaja. De manera que la solución no puede ser otra que en buscar mejores representantes políticos mejores, jaja. Pero eso ya lo he dicho en muchas otras partes y además no es el tema de hoy.
Pero por muy incómodo que me hiciese sentir la palabra “Real” no fue hasta hace relativamente poco, que las circunstancias, el entorno, me obligaron a volver a cambiar el nombre si quería sobrevivir a la competencia con otros modelos concretos e ideas más o menos difusas sobre la manera de gobernarnos que aparecieron al calor de eso que se ha bautizado, también de manera poco apropiada en mi opinión, como “15M”.
Ingenuamente creí en un primer momento que, dado que el eslogan más repetido era ¡Democracia Real YA! Quienes estuviesen detrás de aquel eslogan tendrían una idea similar a la que yo tenía sobre el futuro modelo de Estado, pero cuando apareció un grupo que se hacía llamar con ese nombre, “DRY”, que tenía colgado en su página un manifiesto, donde solo al final del mismo se hacía mención a la participación ciudadana y además si ninguna concreción, me di cuenta de que no teníamos nada en común… salvo el nombre. Era evidente que no tenía la menor oportunidad de competir con dicho grupo por utilizar el nombre, lo más sensato era renombrarlo… y deprisa. Pero no sólo estaba el DRY, también había otros modelos más trabajados como Democracia Líquida o Democracia 4.0 que si se habían enfrentado con el problema de integrar a los ciudadanos al Parlamento y con los que también había que marcar diferencias en el nombre, porque también las había en el fondo. Lo más fácil era añadirle una coletilla y la única que me venía a la cabeza era la muy gastada de “Ciudadana”. 
Por suerte, como ya he explicado en otro sitio, en aquel entonces me había dado por pensar que a cada modo de producción no solo le correspondía un modo de gobierno, también los individuos se daban un nombre distintivo a sí mismos que hacía referencia a algún aspecto significativo de la función que hacían en la sociedad o de su lugar dentro de ella; cazador y guerrero en una sociedad tribal de cazadores recolectores; siervo (esclavo de un señor)en el feudalismo, súbditos o vasallos (por debajo de otro, el rey) en las monarquías y, es nuestro caso, se les llama ciudadanos, en las repúblicas y democracias, que viene a resaltar el que cada persona tiene los mismos derechos y deberes dentro de la sociedad. Aunque si me apura el nombre que mejor nos describe es el de contribuyentes, jaja. El nuevo modelo de Estado también establecía una nueva función para el individuo; ¡gobernar! Tarde o temprano surgiría un nombre nuevo… y porque no podía dárselo yo mismo, jaja. Así que me puse a inventar la palabra juntando “gobernante” y “ciudadano” ya que las personas del futuro serían las dos cosas. Elegí el acrónimo “gobedano” que era el menos malsonante para mis oídos, de entre otros como  “ciugobernante” o “ciunante”, etc. Aunque chocante al principio, en la actualidad no sólo empleo la palabra con toda naturalidad, sino que no entiendo cómo podía pasar sin ella ya que me ahorra la tediosa construcción de “ciudadanos del futuro” y similares y, algo mucho más interesante, se me ha hecho patente que considerarse a si mismo como un gobedano muy distinto de sentirse un ciudadano “pelao”, de la misma manera que ser ciudadano es algo muy distinto de ser un súbdito y no digamos de ser un siervo. Me refiero a que pensarán y se sentirán de manera distinta a nosotros ya que su función social también lo será. Le confieso que con su uso, he empezado a sentir un cierto desprecio por el término ciudadano, como supongo que usted lo siente por el término súbdito,jaja. 
Aprovecho para animarle a que lo utilice para referirse a usted mismo. Puede que sea algo precipitado, ciertamente no dispone de una Tarjeta Democrática con la que votar en el Parlamento, pero, quién le impide pensar y sentir que tiene derecho a ella. Por algún sitio hay que empezar a cambiar. Por qué no comenzar por uno mismo, exorcizando al ciudadano que lleva dentro y poniendo en su lugar un flamante gobedano, jaja. Pero volvamos con el tema que nos ocupa antes de que perdamos el hilo, y la compostura, definitivamente.
Así que con “Gobedano” había encontrado la coletilla perfecta y fue, precisamente, con “Democracia Real Gobedana”, con el nombre que empecé este blog; aunque no tardé en  deshacerme de “Real” a favor de “Participativa” ya que ahora con la palabra “Gobedana”, tan  peculiar, no había miedo de que se confundiese con ninguna otra cosa. 
Y esta es la historia de cómo surgió el nombre de “Democracia Real Gobedana” para designar un posible modelo evolucionado de la actual Democracia Representativa (Ciudadana) y que, repito por enésima vez, no es un partido, ni grupo ni organización de ningún tipo ni puede serlo nunca, porque al fin y al cabo se refiere a la organización política que tiene que ser adecuada para todas las ideologías y partidos democráticos actuales, incluso para los que no lo son pero lo disimulan muy bien, jaja. De manera que nadie puede pretender apropiársela de la misma forma que nadie puede apropiarse la Democracia Representativa Ciudadana. Lo que si puede suceder en un futuro es que todos los partidos compitan por aparentar ser los más participativos y los más respetuosos con los gobedanos, pero eso es otra cosa… bueno, en realidad, es lo de ahora que todos los partidos se jactan de ser los más demócratas y acusan a los otros de no serlo, jaja.
Tan sólo me resta, de gobedano a gobedano, pedirle disculpas por una entrada tan pesada y tan anecdótica, pero es que tenía una deuda con los viejos amigos que están perplejos con tanto baile de letras.


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viernes, 13 de septiembre de 2013

¿Sería la Democracia Participativa Gobedana en la práctica una tiranía de las mayorías?

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Resulta sorprendente que aquello que más deseamos es también lo que más tememos. Lo más atractivo y deseable de la Democracia Participativa Gobedana es que en ella siempre prevalece la opinión de la mayoría, consecuentemente, el mayor temor que despierta en nosotros es que siempre prevalezca la opinión de la mayoría. 
Es el argumento favorito de los liberales, contra el aumento de la participación de los ciudadanos en las decisiones políticas, que, además, expresan de una manera muy contundente: “En la práctica, se trataría de una dictadura de las mayorías”. Hay que reconocer que no les falta gracia e ironía.
He oído expresar este miedo de muy diversas maneras. “Si la mayoría decide el gasto del Estado en cultura, solamente habrá dinero para fútbol y concursos de pedos”. “Las leyes sólo obligarían a pagar impuestos a los ricos”, etc. La forma más contundente de presentar la cuestión la hizo la primera persona a la que le hablé de la Tarjeta Democrática, hace más de una década, quien como primer comentario exclamó: “¡Qué horror! Matarían a todos los gitanos”. Tengo que confesar que quedé muy impresionado por su reacción.
¿Terminará la Democracia Participativa Gobedana con los grupos o con las opiniones minoritarias? Intentaré tranquilizar al lector, aunque no va a ser fácil, ni agradable, ya que para disminuir el miedo hacia la Democracia Participativa habrá que disminuir, en igual intensidad, el deseo por ella. Es una ley natural, no puedo hacer nada por evitarlo, jaja.
Reconozcamos sin pudor que si la mayoría es la que decide, tenderá a crear una sociedad que beneficie a esa mayoría; con toda seguridad en perjuicio de las minorías. Eso a la larga hará que las minorías tengan poco incentivo en seguir siendo minorías y, en la medida que les sea posible, se irán integrando en la mayoría. Esto tiene su lado positivo, ya que se lograría una sociedad más igualitaria por la única vía posible, incentivar la integración, y no como ahora se hace, financiando las diferencias. Pero la tendencia hacia la homogeneización es sólo la mitad de la historia, pues ¿hasta qué punto conviene una sociedad completamente homogénea? ¿A partir de cierto grado de homogeneidad, una sociedad ¿será más productiva, próspera, dinámica, creativa, segura, feliz? Sencillamente, ¿habrá mayor calidad de vida para la mayoría de la gente? Me temo que no. En conclusión: las diferencias, hasta donde nos es posible imaginar, son necesarias; lo que queda por determinar es en qué aspectos y cómo de grandes le conviene a una sociedad que sean.
Pongamos como ejemplo el caso de los impuestos para preguntarnos qué sucedería si se decidiese todo lo referente a ellos con la Tarjeta Democrática. Parece lógico que, en un principio, la mayoría intentará desplazar el pago de impuestos a los grupos que ocupan los extremos de la campana de Gauss, y no sólo hacia los que más tienen, también, en términos relativos, hacia los que menos tienen.
En esta situación, las personas que más ingresos recibiesen por su trabajo se preguntarían qué sentido tendría trabajar más horas o asumir mas responsabilidades en su trabajo, si el Estado, a partir de una cierta cantidad de ingreso, se quedaría prácticamente con todo. Igual sucede con los empresarios y los rentistas, para quienes no tendría incentivo asumir riesgos comenzando nuevos negocios. La gente con más ingresos reaccionaría siendo menos productiva o marchándose a un país donde su trabajo y su dinero fuesen más rentables. En el caso de establecer impuestos relativamente altos a los más pobres, esto podría volverse en contra de todos en forma de más delincuencia y marginación.
¿De qué le sirve a la mayoría hacer pagar en exceso impuestos a las minorías, si con ello se va a generar una bajada de la actividad económica por la que va a disminuir el ingreso de cada individuo de esa mayoría y, en consecuencia, de los bienes que disfruta? Es de suponer que, si una determinada manera de recaudar impuestos disminuye el bienestar de la mayoría, esa misma mayoría intentará encontrar otra manera de recaudar impuestos que lo aumente, con independencia de que eso signifique primar a las minorías.
Conviene pensar en todo lo referente a la nueva democracia –y el caso de los impuestos es un buen ejemplo– como un proceso progresivo en el que todas las cuestiones irán ajustándose por el procedimiento de prueba y error.
La supervivencia de las minorías, en mejores o peores condiciones, vendrá dada por lo que estas minorías sean capaces de aportar a la mayoría. De manera que algunas minorías lograrán en la nueva democracia un reconocimiento y una tolerancia mayor de la que ahora tienen. El caso concreto de las minorías raciales tal vez pueda parecer distinto, pero es esencialmente el mismo.
Efectivamente, según hemos dicho, habría dos fuerzas que determinarían la condición de las minorías, una que tiende a integrarlas haciéndolas desaparecer en la mayoría y otra que incentiva las diferencias, en la medida que la diferencia aumenta la calidad de vida de la mayoría. La resultante de estas dos fuerzas lograría que las minorías limasen aquello que las hace ser rechazadas por la mayoría, potenciando aquello que las hace deseables.
También está a favor de la supervivencia de las minorías el que la situación no es siempre la de una mayoría homogénea enfrentándose a una minoría. Recordemos que, en muchas ocasiones, se trata más de un conglomerado de minorías a la que llamamos mayoría, enfrente de una minoría que, por otra parte, no tiene por qué ser completamente homogénea. Tampoco se puede despreciar el hecho de que la minoría tiene la condición de ciudadano y, por tanto, derecho a voto lo que pone barreras a la voracidad de la mayoría. Resulta difícil recortar los derechos de otros ciudadanos sin hacer lo mismo con los propios.
Naturalmente no podemos afirmar nada categóricamente, pero todo apunta hacia una mejora a la larga de la convivencia y la integración entre todas las minorías siempre que éstas tengan condición de ciudadanos. El caso de que la minoría no tenga derecho a voto, me refiero a los emigrantes, es distinto y se tratará más adelante.
Como apreciará el lector, en la Democracia Participativa se llegaría a una situación radicalmente distinta a la actual, en la que los líderes de las minorías pretenden acentuar las diferencias debido a que dichos líderes “viven” gracias a esas diferencias. La supervivencia, en buenas condiciones, de algunas minorías en las democracias actuales tiene que ver más con el entendimiento que logren sus representantes con los políticos de turno, cambiando votos por trasferencias económicas y privilegios, que con la aceptación por parte del resto de la sociedad. Este modo de generar decisiones no puede conducir ni a la integración ni a la aceptación de las diferencias por parte de grueso de la sociedad, por mucho que se gaste en campañas de opinión.
Las nefastas políticas de integración que se sigue en el caso de algunas minorías se deben a que quienes soportan los efectos negativos de esas minorías no son los políticos sino simples ciudadanos. Los votantes deberían poder decidir si lo que les “aporta” una minoría concreta les compensa de lo que les “cuesta” y, en consecuencia, si dicha minoría debe tener un trato fiscal o de transferencias económicas, como viviendas gratuitas u otros servicios especiales. Ahora son los políticos, siguiendo sus propias necesidades de captar votos o financiación para sus campañas, los que dan y quitan a las minorías. Su principio es discriminación positiva a cambio de votos. También la sociedad puede hacer en un futuro lo mismo: discriminación positiva o negativa a las minorías a cambio de bienestar para todos.
Ciertamente estos ajustes no estarán exentos de tensiones. Que nadie se llame a engaño, la Democracia Participativa Gobedana no será un idílico Paraíso Terrenal. Eso sí, con el voto directo de cada ciudadano se facilitará la negociación evitando que los problemas se enquisten y oculten de manera que se manejen cuando todavía tienen solución.
Por mucho que pueda repugnar, desde la moralina buenista con la que se disimulan los intereses concretos en el modelo representativo actual, es deseable y necesario que en una Democracia Participativa el voto siempre sea egoísta; cualquier otro tipo de comportamiento es irracional, insensato y a la larga perjudicial. El ciudadano, si puede elegir, siempre buscará el mayor beneficio personal. Comportándose así pronto se dará cuenta del entramado de dependencias que existe en la sociedad y, con la práctica, se hará muy refinado a la hora de decidir qué es lo que le conviene votar. Si alguien emplea el argumento contra la Democracia Participativa de que la mayoría es egoísta y que una sociedad basada en el egoísmo no es viable, se equivoca. Seguramente está pensando en un niño de tres años que en una fiesta de cumpleaños trata de quedarse con todos los caramelos de la piñata. Por otra parte es muy natural que tengamos esa opinión sobre nosotros mismos tomados en conjunto. En algún sentido nuestra sociedad, en lo que se refiere a experiencia, es como un niño de tres años que no ha tenido tiempo ni ha vivido situaciones en las que madurar. En el futuro, a medida que todos ejerzamos como gobernantes, nuestra sociedad seguirá siendo egoísta, si bien al estilo de los adultos; unos egoístas conscientes de que dar resulta con frecuencia muy beneficioso.
Dar puede ser muy rentable, ya que muchas decisiones políticas, como las que tienen que ver con los impuestos, pertenecen a un tipo de situaciones llamadas juegos de suma no nula. Así es como conocen los matemáticos, en la Teoría de Juegos, a aquellos juegos en que el monto a ganar o perder no está fijado de antemano como lo estaría en una partida de póker, en la que lo que gana un jugador en cada mano lo pierden los otros jugadores. Por el contrario, se trata de juegos en los que los jugadores pueden aumentar o disminuir el monto total a repartirse, según la estrategia que elijan. Sería el caso de alguien que alquila su tierra a un agricultor a cambio de una parte de la cosecha. Si el dueño fija como alquiler un porcentaje demasiado alto sucede que al agricultor, después de alimentarse, apenas le quedará grano para simiente y, por tanto, poca será la cosecha que repartirá con el dueño al año siguiente.
El votante no tiene como primer objetivo evitar que otros ganen, sino elegir la estrategia que más hace crecer su ganancia con independencia, hasta cierto punto, de que otro pueda salir más beneficiado. Esto se aplica a cualquier minoría, ya estemos hablando de una minoría racial o económica, incluso a maneras particulares de ver el mundo.
Otra cuestión que mueve la balanza hacia el lado de las minorías y las opiniones minoritarias es, cómo no, una ley económica: a medida que la población tenga más de algo, lo valorará menos y deseará cosas que no le interesaron en un primer momento. Cuando la población disponga de suficientes instalaciones deportivas, valorará más tener un teatro municipal; y cuando haya suficientes concursos de miss camiseta mojada empezará a pedir otras cosas más refinadas, como por ejemplo... concursos de lucha de mujeres en el barro, jaja. En este sentido no nos hagamos demasiadas ilusiones. Por ejemplo, el nivel cultural de los habitantes de las dictaduras del este de Europa era muy superior al del ciudadano estadounidense o europeo occidental medio de la misma época, a juzgar por el refinamiento del tipo de espectáculos a los que acudían o los libros que leían. Quiero decir con esto que democracia y nivel cultural tampoco son cosas que tengan que ir de la mano. Además, ¿qué es eso del nivel cultural y del refinamiento cultural que tan alegremente me acabo de sacar de la manga?
Y si bien no debemos hacernos muchas ilusiones, tampoco desesperemos, pues lo público no tiene por qué asfixiar lo privado; seguirá existiendo un espacio para lo privado, mayor o menor que ahora, ¿quién sabe?, de manera que cada individuo no tenga qué “tragarse”, obligatoriamente, lo que elija la mayoría en materia de cultura o cualquier otra cosa.
Por otra parte si la Democracia Participativa Gobedana sería la dictadura de la mayoría, como afirman los liberales más radicales, entonces la Democracia Representativa Ciudadana actual es la dictadura de los representantes políticos, jaja, pero, si me dan a elegir… 

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lunes, 9 de septiembre de 2013

Gobedanos versus Ciudadanos con motivo de la corrupción en los partidos

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Aunque no es costumbre en este blog correr tras la última noticia del teletipo, no he podido resistir la tentación de aprovechar la atención que se está dando a la corrupción de los partidos estos días, para comparar la manera tan distinta en que se puede afrontar el problema desde la perspectiva de un ciudadano o desde la de un gobedano. En otras palabras no puedo dejar de intentar seducirle, para que se sienta tentado a meterse dentro de la piel de un gobedano del futuro. Cuando un ciudadano se deprime y se entrega al desánimo, con el feo asunto de la corrupción en el seno de los partidos, un gobedano vería, la gran oportunidad de mejorar las cosas.
El problema de los ciudadanos es que se creen que el sistema actual es el sumun de la perfección y que no se puede mejorar sustancialmente de manera que cuando ve que a pesar de que todas las instituciones y las leyes son perfectas y, aún así, le crecen los ladrones por todas partes, sólo le queda pensar que los seres humanos no están a la altura de la democracia y todo lo que se le ocurre es que hay que “educar a la gente en valores” y aumentar los castigos a los infractores. En cuanto a los militantes o se borran del partido asqueados y decepcionados o se consuelan con lo del “y tú más” que a estas alturas ni siquiera es consuelo de tontos. Todo lo más que sueña el frustrado ciudadano sea o no militante es que, ya que vive en una Democracia Representativa Ciudadana, venga en un futuro un líder alguien puro y sin doblez en el que puedan confiar. Es algo muy infantil, pero es lo que en el fondo esperan ¿qué otra cosa puede esperar un ciudadano si está al margen de  todas las decisiones? salvo la decisión del voto cuatrienal, en el que se le obliga a entregar un cheque en blanco y renunciar a toda soberanía y control de la  misma. Con todo hay quien no se da por escarmentado y pone su confianza ciega en algún nuevo partido, como si una vez que sus dirigentes “toquen” el poder no fuesen a sucumbir a la tentación de apropiarse de lo que es de todos. 
Por contraste un gobedano, sin disculpar la parte de responsabilidad que tienen las personas concretas tras los delitos, es consciente de que la corrupción política es inevitable, ya que los partidos tienen un enorme poder y este está sin control democrático del ciudadano ni tan siquiera de los militantes. No en balde son los que preparan el menú de candidatos de forma que los partidos son los que presentan las opciones de voto a los ciudadanos y quienes realmente deciden quienes gobernarán el país tras las elecciones. O gobierna su candidato o gobierna el de la oposición, solo queda abierto si lo hará solo o en coalición, no hay más posibilidades. También sucede, como decía, que este enorme poder está fuera de todo control de la ciudadanía, ni tan siquiera lo controlan los militantes, sino que gracias a un sistema de elección ademocrático, muy parecido a como se organizaba el partido comunista soviético y no exagero, un grupo endogámico es capaz de mantenerse en el poder por décadas, sólo así se explica cómo en el PP han podido con toda impunidad mantener un  sistema institucionalizado de reparto de mordidas, sin que trascendiese al exterior, o como en el PSOE han logrado sin ningún pudor repartirse el dinero público en Andalucía. Esto sólo es posible por la falta de democracia interna en los partidos ¿O cree que esto no hubiese salido a la luz mucho antes en el caso de que dos o más listas compitieran por el cargo de secretario general y fuesen los militantes con sus votos los que lo decidiesen? En la actualidad, sucede que los cargos de Secretario General en los partidos se heredan. Rubalcaba lo heredó de Zapatero, y Rajoy de Aznar al que a su vez designó Fraga. Luego una vez instalados en el poder montan un paripé de congreso que confirma la designación. Por supuesto los delegados saben perfectamente que de no votar a favor sus propios cargos estarían en el aire. Y aún, en el caso de Zapatero, elegido en un congreso abierto, se trató de una elección de representantes, al margen de los militantes, donde más del 60% de los que votaban eran cargos públicos y el resto cargos del partido en su mayoría, lo que en la práctica significa que terminaban dando su voto a aquel candidato que les diese más garantías de continuar en su puesto, y su voto respondía, por tanto, a intereses personales. La única vez en España que se le ha pedido su opinión a los militantes de manera directa, fue en el caso de unas primarias en la que salió elegido J. Borrell como candidato del PSOE a las elecciones generales, pero como no era el candidato oficial, el Secretario General por designación de F. Gonzalez, un tal Almunia ahora eurodiputado y Comisario de la Competencia, los fontaneros del partido se las ingeniaron para implicar a J. Borrel en un escándalo de los que por entonces tenía abierto el PSOE y le obligaron a renunciar a pesar de haber ganado por abrumadora mayoría;. Almunia fue finalmente el candidato ¡faltaría más! jaja. Y es que los partidos actuales, tal como los conocemos, no pueden sobrevivir con reglas democráticas, por paradójico que resulte. Y si cree que no hay una casta enquistada en los partidos y estoy exagerando ¿Qué me dice de esto?: Rubalcaba fue ministro de F. González ,de educación y de la Presidencia, diputado, por Toledo, Madrid y Cádiz, más tarde ministro con Zapatero de interior y vicepresidente y finalmente Secretario General del PSOE…  y continúa siéndolo a pesar de su desastroso resultado electoral, el peor de la historia del PSOE, pero por lo visto no hay manera de forzarle a convocar un congreso, nunca es el momento oportuno, jaja. Cree usted que los militantes hubiesen tenido paciencia para soportar no ya los escándalos de corrupción sino paciencia para soportar los fracasos electorales de Rubalcaba o los anteriores de Rajoy.
Consciente de que lo que falla es el sistema, en concreto la falta de democracia del sistema, un gobedano no se cebaría en perseguir ni en encontrar culpables, de eso que se encargue la ley, si es que no está igualmente corrompida por la falta de democracia, sino que pondría el acento en democratizar a los partidos... en que no vuelva a pasar lo mismo en un futuro. Y, como parece que los partidos por el momento son renuentes a hacer cambios en este sentido como es natural, intentarían promover que se aprobase una ley para que de manera obligatoria la elección de listas para la Secretaría General de los Partidos de cierto tamaño se eligiesen de manera directa por los militantes, sin compromisarios ni delegados ni ningún otro artificio interpuesto. Paralelamente también sería deseable que los socios, de igual manera, eligieran en unas primarias, a los candidatos, o listas, para cualquier cargo público electo, eso incluye al candidato a Presidente del Gobierno de la Nación. De esa manera la corrupción política y la del partido tendrían más dificultades en coordinarse, pero también que un escándalo de un político no arrastrase al descrédito a todo el partido y viceversa, dotando de más estabilidad a la vida pública.
Así pues un gobedano no se borraría del partido en estas circunstancias sino que aprovecharía para reclamara a sus dirigentes la democracia interna. Tampoco consideraría que su enemigo son los militantes de otros partidos, particularmente los del otro partido mayoritario sino que vería la forma de crear una plataforma conjunta de “afectados” con el fin de recoger firmas para obligar a que el Congreso apruebe una ley que de manera obligatoria fuerce a la democratización de los partidos.
Y así es como un gobedano encararía el problema, de una manera práctica y asertiva. Puede que no lograse nada concreto en un primer momento, pero encauzaría la opinión pública por el camino del cambio centrando la discusión en lo importante.
Existe un pequeño problema que tendría que contemplar la ley de democratización obligatoria de los partidos, que afecta a los partidos muy pequeños, Sucede que si un partido es muy pequeño los grandes, incluso sindicatos u otros grupos, pueden, sin mucho esfuerzo, apuntar como militantes a los suyos propios de manera que pueden abortar cualquier intento de formar un nuevo partido que les haga la competencia o les importune de algún modo. Este riesgo se puede minimizar no obligándoles a acatar la ley hasta que tengan un número determinado de socios, o de candidatos en el parlamento o alcaldes o lo que se determine, en fin, se trata de permitir que los partidos pequeños se consolide y pueda defenderse de ataques maliciosos.
Tampoco estaría de más que las elecciones dentro de los partidos fuesen controladas directamente por algún cuerpo de la administración del Estado o por jueces. Los partidos no son fiables en asuntos electorales, esto se puso de manifiesto en las elecciones del PSOE ya mencionadas, donde no solo se falseó el censo sino que se introdujeron papeletas de manera fraudulenta a favor de Almunia, el candidato oficial y Secretario del Partido. Por otra parte, para evitar el que la gente se diese de alta sólo por intervenir en las elecciones de candidatos, habría que exigir para ello un mínimo de meses dado de alta y al corriente en el pago de la cuota. Igualmente no estaría de más que tanto el censo como el pago de las cuotas fuesen, si no de dominio público, que no veo porque no, al menos que estuviesen en conocimiento de un órgano estatal de control. Nos ponemos muy exigentes y minuciosos, con todo lo que tiene que ver con los procesos electorales, pero no controlamos en absoluto ni parece preocuparnos, el nacimiento del proceso electoral que no es otro que la elección de candidatos en el seno de los partidos.
De manera que le animo a actuar como lo haría un gobedano; no abandone a su partido, sea este el que sea, sería tanto como entregar el partido a los corruptos, sino que aliado con los de su partido, o con los militantes de otros partidos, por qué no,  al fin y al cabo en este asunto el enemigo está en su propia casa y es el mismo que el de los militantes de los demás partidos, participe en una recogida de firmas para obligar al Parlamento a discutir una ley de democratización de los partidos. O diseñe cualquier otra estrategia que lo logre. Puede que piense que no servirá de nada, pero reconocerá, que es mejor que no hacer nada y deprimirse, jaja.


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viernes, 6 de septiembre de 2013

La Separación de Poderes desde la perspectiva de los gobedanos II

(Nota: Este blog debe ser entendido como el desarrollo y presentación de una idea, por ello, si es la primera vez que lee sobre Democracia Participativa Gobedana, le recomiendo comenzar por la primera página del blog y continuar desde allí)



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Para poder responder a las preguntas que nos hacíamos al final de la
entrada anterior, lo mejor es que retrocedamos hasta una forma más primitiva de Estado. En una sociedad de cazadores recolectores, formada por unas pocas familias, y por tanto, sin Estado, podemos distinguir entre lo privado, que es el ámbito de lo familiar, y lo público que se puede definir por exclusión como lo que está fuera del ámbito familiar. En ese ámbito público existían algunas de las funciones que ahora desarrollamos de manera muy complicada, pero ellos las vivían de una manera muy sencilla. Con la aparición de la agricultura llega el feudalismo y el Estado se apropia de todas las funciones que considera importantes para su supervivencia.
Imagínemonos en una mañana soleada de finales de Agosto, acompañando al señor de un pequeño feudo junto con algunos de sus familiares, para recoger su parte de la cosecha de trigo. El señor feudal se para ante las casas de los aldeanos y estos le entregan una parte de la cosecha. Tal vez usted este influido por la mala prensa que tienen los señores feudales e la actualidad y crea que es un holgazán sin oficio ni conocimiento alguno; ciertamente puede que no sepa como arar o criar un cerdo, pero de un solo vistazo es capaz de saber cuántos sacos de trigo se van a obtener de cada parcela de tierra en su feudo ese año. De manera que cuando un aldeano le ofrece una cantidad inferior a la que él había calculado, se baja del caballo y se lía a patadas con el aldeano. Aquí tenemos los conocidos tres poderes desplegándose en unos pocos segundos ante nuestra escandalizada mirada. El señor feudal dice cuanto trigo se le ha de dar por la cosecha de ese año, que sería poder legislativo, él mismo decide que no es la cantidad correcta la que se le entrega y el castigo que se ha de aplicar, poder judicial, y, por qué no, el mismo le propina al aldeano una paliza, eso es poder ejecutivo. Pero nadie sería capaz en aquella época de diferenciar nada de esto. Tuvo que ser, más tarde, cuando el feudo se hace más grande transformándose en reino cuando estas funciones empiezan a ser aplicadas por personas distintas en nombre del rey y más adelante en nombre del "pueblo". Las funciones ya existían pero fue una variación del entorno, en este caso el tamaño del territorio, el que forzó la separación de las funciones; es evidente que un reino no puede ser atendido de manera eficiente por una sola persona. Las soluciones al problema del tamaño son reconvertir las familias feudales en nobles delegados del rey, incluso nombrar virreyes, o nombrar personas especializadas en funciones concretas, que es de lo que estamos tratando aquí. En la práctica lo que se hizo fue una mezcla de ambas cosas.
Ahora podemos preguntarnos si no hay más poderes esperando a mostrarse. Por supuesto que los hay, de hecho son incontables, incluso algunos están a la vista de todos de manera ostensible, pero como no los nombró Montesquieu, parece que no existieran. Uno muy evidente es el poder de "Representación" que en los países monárquicos democráticos suele estar diferenciado y separado de los demás y que ejerce el rey. En los países presidencialistas, por el contrario, está enmascarado, eclipsado por el poder ejecutivo, ya que los ejerce la misma persona. Esto crea mucha confusión e ineficiencia, dispersando el tiempo y la energía del Presidente. Para frustración de los republicanos, es un buen argumento en favor de la monarquía el que la representación de la nación se ejerza de manera separada del poder ejecutivo. Y créame la representación es una ocupación muy absorbente que en demasiadas ocasiones los presidentes tienen que delegar en la Primera Dama o el Vicepresidente... pero no resulta tan eficiente como mandar al Rey a una inauguración, a recibir la visita de una autoridad procedente de otra nación o a una ceremonia al otro extremo del mundo. Un rey descarga de trabajo al ejecutivo asumiendo la representación y si es ejercida de manera eficiente, puede ser muy conveniente.
Otro poder igualmente a la vista por el que suele haber una lucha feroz, es el poder de socializar. Socializar consiste en hacer lo necesario para transformar a un niño en una persona capaz de vivir en sociedad, es decir, que el niño interiorice el acervo de conocimientos, normas de comportamiento y prejuicios varios de esa sociedad, incluida alguna habilidad que le sirva para hacer un aporte productivo. La función socializadora, no hace mucho, saltó en parte desde el hogar, por razones que en algún otro sitio explicaremos, a la escuela con el nombre de educación. Primeo comenzó siendo la facultad de educar solo religiosa, como ahora en los países árabes, pero pronto los gobiernos se dieron cuenta de el enorme poder que comportaba crear la mente de los niños, de manera que se ha convertido en un asunto de vital importancia controlar ese poder. Las ideologías fascistas, conscientes de que en un sistema educativo plural tendrían problemas para prosperar, ponen mucho empeño en controlarla, el ejemplo más cercano lo tenemos y Cataluña, Vascongadas, y no solo ellas, donde su control es tal que hasta prohíben que los padres decidan el idioma en el que deben ser educados sus hijos. Pero allí donde no es impone el control estatal y el poder educar se privatiza, el poder de educar se convierte en un campo de batalla despiadado, por el que lucha no solo los partidos políticos, sino también, los sindicatos de clase o no, las organizaciones religiosas, las empresas privadas de educación, incluso, las editoriales de textos. 
La división de una función dando lugar así a la aparición de más funciones, se hace evidente cuando pasan a detentarlas otras personas. Por ejemplo, pensemos en el poder judicial. El poder judicial se encarga de administrar la justicia y administrar justicia quiere decir aplicar las leyes. Simplificando, al menos dos cosas deben hacerse para ello, primero determinar si hay delito y, de haberlo, cuál es el castigo aplicable dentro del margen que prevé la ley en ese caso. Esto es algo que en algunos países y tipos de juicios ya no recae en su totalidad en el juez sino que es un jurado popular el que determina la culpabilidad y es el juez quién determina la pena. Se podría decir que el poder judicial queda dividido en "poder determinativo", por darle un nombre, en manos de una representación de la ciudadanía, el jurado, y "poder sancionatorio", no se me ocurre un nombre mejor, que seguiría en manos de los jueces. Cómo puede verse, los poderes tienden a saltar de unas personas y grupos a otros, con frecuencia dividiéndose, es entonces cuando tomamos conciencia de su existencia.
En una Democracia Representativa Gobedana estas divisiones posiblemente se acelerarían y los poderes actuales tenderían a desdoblarse con rapidez. Así también, el poder legislativo puede dividirse en la función de proponer las leyes, discutirlas y redactarlas y la de, finalmente, aprobarlas. Seguro que se pueden hacer más diferencias, pero con estas nos vale para exponer la idea. En la medida que los gobedanos del futuro puedan intervenir en la función legislativa pero seguramente no con la misma facilidad en cada uno de estos aspectos, se pondrían de manifiesto los matices dentro del poder legislativo. En cuanto al poder ejecutivo, el hecho mismo de que se divida en ministerios ya nos da una idea de la manera en que este poder puede terminar dividiéndose. Pero también podría dividirse atendiendo a aspectos como la capacidad del ejecutivo de nombrar cargos, que en muchos casos le correspondería a los gobedanos del futuro. Es posible que alguien escribiese en un futuro sobre la conveniencia de aumentar el "poder nominativo" de los gobedanos, en referencia a que estos pudiese nombrar más cargos al margen del poder ejecutivo propiamente dicho. También es posible que en un futuro, si los ciudadanos van a intervenir en alguna medida dentro de la actividad del poder ejecutivo, se diferencie entre la decisión de ejecutar un proyecto, ya sea mejorar el rendimiento escolar o evitar el embarazo adolescente, por ejemplo, y la ejecución de dicho proyecto, de manera que hablaríamos de "poder decisorio" y "poder de ejecución". Ciertamente improviso estos nombres a medida que escribo ya que sólo trato de poner ejemplos, no se lo tome a mal, otros inventaron lo de "miembras" y estamos a tiro de que una nueva legislatura socialista "convenza" a la Real Academia de que consagre la palabreja.
Otra función es la religiosa, que a su vez englobaba muchas funciones. En muchas sociedades está fundida con el Estado, y no hay que irse al antiguo Egipto para poner un ejemplo, las monarquías como japón que, donde al Emperador hasta hace no mucho se le consideraba un dios o el Reino Unido, donde la Reina es la autoridad suprema de la Iglesia anglicana. No digamos en países como Israel donde proliferan los partidos fundamentalistas religiosos o Marruecos, donde el monarca es la máxima autoridad religiosa y, en general, en todo el Mundo Árabe donde quieren gobernase siguiendo el Corán y donde no es extraño que gobierne un Ayatolá. Aunque si lo pensamos detenidamente no debería escandalizarnos, en occidente hasta hace poco quedaban partidos que conservaban el nombre de "Democracia Cristiana". Incluso en la fallida Constitución Europea algunos eurodiputados lucharon denodadamente durante su redacción por que se incluyese una mención en ella a la divinidad. Aunque la religión pretende ocupar la función de facilitar o intermediar en la relación de las personas con Dios o los dioses, con el más allá o con lo que sea, en fin, usted ya me entiende, lo cierto es que tiene muchas otras funciones que nada tienen que ver con lo divino y son muy terrenales; funciones que, poco a poco, se han ido desgajando del control religioso. Por ejemplo, en la antigüedad la función de comunicar prácticamente la ejercían las iglesias en toda Europa mediante los sermones dominicales. La religión es un auténtico vivero de funciones o poderes, es por ello que existe en algunos momentos sentimientos antirreligiosos tan exacerbados, precisamente para justificar el arrebatarles estas funciones y no solo para hacerse con sus posesiones o sus rentas. Por ejemplo, la religión creaba en gran parte la moral de los individuos, quien tiene derecho a mandarle, lo que pueden o no desear y los sentimientos que son o no lícitos. Es, por decirlo de una manera divertida, el reciclaje de la educación o la comedura de tarro cotidiano, como si lograsen poner un enano dentro de nuestra cabeza que no dejase de hablarnos de como debemos ver el mundo, jaja. Es un poder tremendo, que tiene que estar muy acorde con las necesidades de los gobernantes, ya los ejerza una iglesia organizada o se deriven a otras instituciones. Por ejemplo en la actualidad las ONGs tienen una lucha con las iglesias de todo el mundo por decirnos como debemos sentir y pensar. Por si acaso los gobernantes financian a ambas para ponerlas a su favor. Incluso en el caso de los gobiernos de corte fascistas como el separatista catalán actual, ellos mismo se convierten en sacerdotes, o moralistas, y dictan directamente de manera específica que debe sentir y pensar un "buen catalán", de la misma manera que los nazis y comunistas decían que era ser un buen Alemán  o un buen comunista. El nacionalismo vasco lleva las cosas más lejos y decide a quién hizo Dios vasco, para lo que recurren a la genética, jaja. Puede que no seamos muy conscientes de ello pero hay una auténtica lucha por todos los poderes que estaban incluidas en la religión, y que sólo de manera muy lejana tienen que ver con eso que llamamos Dios, y de quién lo único que podemos afirmar con certeza es que está muy promocionado. Todo este desplazamiento del poder religioso hacia las ONGs, por ejemplo , se nota en el paralelismo de su lenguaje, que aunque intenta ser distinto hacen referencia a las mismas cosas, por ejemplo donde la iglesia habla de "caridad", las ONGs hablan de "solidaridad", esto no es más que la manera de hacer caja con el sentimiento biológico de ayudarse entre miembros de la misma especie entre los animales sociales. Se podría decir que ONGs e iglesias compiten por el mismo mercado. 
En otras ocasiones ciertas funciones  han saltado del Estado y de las organizaciones religiosas a las empresas, no a la ciudadanía propiamente dicha, me refiero a la función de informar a la población. Dicha función, es absolutamente imprescindible que esté en control directo de quienes gobiernan en las dictaduras y en las monarquías absolutas. No quiero decir que no intenten controlar la comunicación los gobiernos democráticos ni que no lo logren en ocasiones, me refiero a que no la controlan de manera estable, ni por ley. Y como todo esto es dinámico, estamos viendo como gracias a la tecnología la función, o poder, de comunicar, se está moviendo, en parte, hacia los propios ciudadanos, lo que va a facilitar mucho las Discusiones Públicas futuras.
A propósito de las comunicaciones, todos sabemos que nadie puede aspirar a gobernar sin poner una parte suficiente de las empresas de comunicación de su parte. Su capacidad de influencia es tal que a la prensa y, en general, a los medios de comunicación les damos el nombre de "Cuarto Poder". Esta función de comunicar, que confiere tanto poder al que la desarrolla, seguirá siendo muy importante en la Discusión Pública en una futura Democracia Participativa Gobedana de modo que tendremos que hablar sobre ella más adelante.
Por último mencionar que delante de nuestras narices alguien es capaz de apropiarse de todos los poderes. Me refiero, por ejemplo, a que en uno de esos mercados medievales a los que llamamos ahora centros comerciales, se suspenden las leyes nacionales, y como sucedía en los mercados medievales allí rigen las normas de los comerciantes, estoy exagerando claro, jaja. Pero no me negará que los gestores del un centro comercial tienen su propia policía, hacen registros a la gente, incluso tienen sus propios centro de reclusión y, por supuesto, hacen sus propias leyes internas a las que la gente tiene que someterse, algunos incluso imprimen su propio dinero. Ah, y me olvidaba de como las organizaciones que agrupan a clubs deportivos, nacionales o internacionales, son las que deciden si un comportamiento es sancionable o no al margen de las leyes estatales. Reconocerá que es chocante que una asociación deportiva sea sancionada por el comportamiento xenófobo de los asistentes a un partido de fútbol. Quiero decir que esto es algo que debería decidir un juez; pero por lo visto estas organizaciones se han vuelto tan poderosas que son capaces de hacerse con una parte del pode judicial.
ya ve que el tema es tan extenso que apenas lo hemos arañado, lo más que podemos decir es que los poderes son muchos y algunos aún permanecen desconocidos, tienden a separarse y juntarse y, como era de esperar, pasan de unas personas e instituciones a otras.

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jueves, 29 de agosto de 2013

La Separación de Poderes desde la perspectiva de los gobedanos I



 (Nota: Este blog debe ser entendido como el desarrollo y presentación de una idea, por ello, si es la primera vez que lee sobre Democracia Participativa Gobedana, le recomiendo comenzar por la primera página y continuar desde allí)

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La transformación de la Democracia Representativa Ciudadana a Democracia Participativa Gobedana se puede entender como que los individuos, de manera individual, lo de individual hay que remarcarlo, pasan a intervenir de forma directa, en alguna medida, en algunas funciones que tradicionalmente se reservaba el Estado. Al fin y al cabo, eso es lo que significa "gobedano"; un ciudadano que a parte de tener derechos y obligaciones, como ahora, también gobierna... en alguna medida. De una manera práctica esto significa que cada persona, repito, de manera individual, pueda entrar a formar parte de las funciones clásicas del Estado, como son la función de legislar, juzgar y ejecutar. Aunque tendremos que estudiar más adelante cómo puede ser esto posible para cada una de las funciones de manera separada, una manera de comenzar el tema es hablar de ellas en conjunto, abordando un clásico en las discusiones políticas: La División de Poderes.
Cuando se habla de Separación o de  División de Poderes; legislativo, judicial y ejecutivo, se hace referencia, de manera confusa, tanto a esas funciones que realiza el Estado, como al hecho de que las personas que se encargan de estas funciones tienen poder, sea lo que sea lo que se quiera decir con "poder". También se supone que, al menos en las democracias, el Poder es del pueblo y es indivisible (La palabra "poder" es uno de esos términos confusos a los que nos referíamos en una entrada anterior y que algún día deberíamos intentar definir). Con "separación de poderes" se hace referencia a la necesidad de que éstas funciones sean independientes unas de otras, al igual que las personas que las desarrollan. Ambas condiciones son bastante difíciles de lograr, si no imposible, en una Democracia Representativa Ciudadana y, siendo sinceros, aún más lo será en una D. Participativa Gobedana, aunque tendrá menos transcendencia. Tal vez el que sea un ideal imposible de lograr es la razón por la que se alimenta tanto misticismo sobre la Separación de Poderes.
La necesidad de que éstas funciones estén separadas, no era algo de importancia en las monarquías absolutas y menos aún en el feudalismo, pero cuando el "dueño" del Estado pasa a ser el pueblo surge esta necesidad, ya que éste por muy "dueño" que sea no está realmente en control directo y continuado. Por eso se estima conveniente cierta separación y hasta cierta competencia entre las personas que detentan esas funciones. El tema  ya era importante para griegos y romanos, antes de que se lo planteasen los Ingleses con motivo de su Revolución, y de  que, aún después, Montesquieu inmortalizase el término.
El problema que se plantea es muy sencillo de entender, aún más si lo simplificamos; si las funciones del Estado no están separadas, una persona o grupo pueden controlarlas todas de manera más o menos indirecta, haciendo lo que más les convenga, sin ningún control ni contra peso, quedando abierta la posibilidad de que usurpen, más que cumplan, la soberanía popular, o sea, que se conviertan en dictadores, al menos durante un tiempo  ya que  hay un límite temporal que marca el periodo electoral; pero aún así pueden cambiar las leyes ellos  mismos para aumentar dichos periodos... ha habido casos, algunos muy sonados. Porque en la medida que, con las elecciones, se entrega un "cheque en blanco" a los políticos, es decir, los ciudadanos dejan de controlar su conducta,  se espera que se controlen unos a otros y para que exista este control, un contrapeso, se requiere que sean personas distintas y sin relación jerárquica las que se ocupen de cada una de estas funciones. De hecho, una de las razones que se esgrimen para que los presidentes de EE.UU no puedan ser elegidos para un tercer mandato, se debe a que siendo el Presidente el que propone los miembros del Tribunal Supremo, si el mismo Presidente permanece demasiado tiempo en le cargo, terminaría habiendo colocado en el puesto a todos los miembros del tribunal, que, naturalmente, le serían afines. Aunque a nadie se le escapa que el hecho de que el ejecutivo elija a los miembros del Tribunal Supremo, pero que por otra parte sea un cargo vitalicio para, de alguna manera salvaguardar su independencia, nos da una idea de lo confuso y complicado que ha llegado a ser lo de hacer creíble ante la ciudadanía la división de poderes.
Pero por otra parte, si los poderes son realmente independientes pueden interferir unos con otros con efectos muy negativos, por ejemplo, puede existir la tentación por parte de los jueces de hacer política y decir al poder ejecutivo o a los parlamentarios, lo que pueden o no hacer, o, al menos, dificultar y ralentizar sus acciones. Como comentamos es un asunto difícil de llevar a la práctica y el sistema presidencialista de contrapesos no es una panacea ni mucho menos. Pero la división de poderes no se puede ni plantear seriamente en una democracia en la que es el propio Parlamento quien elige al Primer Ministro y, directa o indirectamente, a los responsables de los jueces. Y no nos olvidemos que el Primer Ministro es, en muchos casos, el Secretario General del partido que gobierna, y eso suele conllevar la facultad de elaborar las listas de candidatos a parlamentarios, que son los depositarios del Poder legislativo. En estas circunstancias hablar de división de poderes mueve a risa. Así no nos debe extrañar que lo que aprueba el Parlamento o sentencian los tribunales superiores es normalmente lo que desea el poder ejecutivo. Es un problema que no tiene solución dentro de la Democracia Representativa, pero sucede, que en el fondo, no  es ni tan siquiera conveniente que esto se cumpla de manera estricta. Se diga lo que se diga para que una Democracia Representativa funcione, deben estar bastante cerca y "coordinadas" dichas funciones... y ya en plan cínico, seguramente recordará usted también como yo que el presidente F. González, nombró ministro de justicia e interior a la misma persona para garantizar dicha "coordinación"... y no terminar en la cárcel.
Por otra parte, los que dan tanta importancia a la separación de poderes están dando por hecho algo no necesariamente cierto, me refiero a que si los poderes son independientes y se pueden controlar unos a otros, esto redundará en beneficio para los ciudadanos, pero eso no es necesaria mente cierto, y en una D. Representativa esto no sucede ni de lejos... lo que realmente sucede es que si el ejecutivo pretende hacer algo para lo que necesita el permiso de otro poder, lo que sucederá en la práctica, es que ambos poderes cambiarán favores. Es lo que, de manera interesada, algunos creen que es la esencia de la democracia, cuando no es más que la extorsión institucionalizada de los partidos bisagra en los Parlamentos. A la hora de la verdad, lo que se hace es hablar muy bien de la división de poderes pero pasársela por la entrepierna, es como hablar maravillas de la castidad, pero a la hora de la verdad... Eso sí, todo lo que se pacte entre poderes ha de hacerse con mucha discreción  en un despacho cerrado, a espaldas de la ciudadanía.
La división de poderes seguirá planteando problemas en el futuro cuando nos toque, si es que nos toca, vivir en una Democracia Gobedana, si bien los problemas serán distintos a los actuales y de menor importancia. Y será menos importante la división de poderes porque como en el feudalismo y la monarquía "el dueño" estará más "cercano" del centro de decisiones. Otro aspecto distintivo, se deriva de que  el control lo ejercerán los gobedanos mayormente desde el Parlamento, sede del poder legislativo por excelencia, de manera que será el Parlamento desde donde se controlen todas las funciones del Estado. Ciertamente, en una D. Gobedana, la independencia entre las personas que desempeñan funciones será mayor que ahora ya que en su designación no dependerán unos de otros ya que o bien serán designados por votación directa por los gobedanos o bien se nombrarán en el Parlamento donde existirá un porcentaje significativo de Diputados Virtuales. Pero la irrupción de los ciudadanos en la cámara traera otros problema, de los problemas no nos libraremos nunca. Imaginemos, por ejemplo, que el Tribunal Supremo  de una D. Gobedana debe dictaminar sobre si una ley aprobada en el Parlamento entra o no en conflicto con otras leyes ¿Cuál será el veredicto de dicho Tribunal? Le recuerdo que sus miembros son elegidos por los ciudadanos, directamente o en el Parlamento. Es evidente que contradecir la voluntad del Parlamento Gobedano es contradecir a la gobedanía pues estos forman parte del Parlamento y habrán votado la ley. Es una situación muy incómoda para los jueces ya que su sentencia, si es contraria a la opinión del Parlamento, puede dificultar su reelección. Es muy humano que eso lastre su decisión como "experto jurista". Pero ¿quién sabe como pensarán los gobedanos del futuro? tal vez sean capaces  con el tiempo de apreciar que se les lleve la contraria siempre y cuando la argumentación sea lo suficientemente sólida y honesta. Y, si esto es un problema, imagínese lo peresionado que puede sentirse un Primer Ministro a la hora de tomar una decisión que presume no gustará a los gobedanos, sabiendo que estos pueden sumarse a una moción de censura del partido de la oposición y moverle del cargo. ¿Hasta que punto los ciudadanos no harán un uso excesivo de su poder convirtiendo en la práctica la nación en ingobernable? Naturalmente, no podemos contestar a ello, tan sólo pensar que la practica cotidiana y la experiencia contribuyan a que los gobedanos hagan un uso sensato del poder, esperando que entiendan lo que le dijo tío Ben a Peter Parquer: Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. 
Como ya hemos comentado,  la división de poderes, se hace importante, porque en las democracias y repúblicas, se teme que estas funciones no se pongan al servicio del "dueño", pero en la medida que los propios gobedanos, "los dueños", ejerzan más control participando en el Parlamento sobre todas las funciones del Estado, como antes lo ejercía un rey absolutista, la obsesión por la división de los poderes o funciones se hará menor... aparentemente ya que como hemos visto la solución de un problema crear inevitablemente otros. 
Antes de estudiar la manera en que los gobedanos participarían en cada de las funciones del Estado,  cabría preguntarnos si realmente sólo existen las tres mencionadas, si en un futuro habrá más, de donde vienen o cómo nacen y mueren esas funciones... De eso tratará la próxima entrada.


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miércoles, 21 de agosto de 2013

Las Constituciones en las Democracias Participativas Gobedanas

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Desde el punto de vista de un gobedano las constituciones mueven a risa. Tienen una puesta en escena que recuerda la entrega de las tablas de la ley por Dios. ¿En virtud de qué? unas personas, normalmente ya fallecidas, redactaron un conjunto de reglas, movidos por no se sabe que problemas concretos de una época que ya nadie recuerda, pretendiendo poner límites y dar pautas sobre cómo deben gobernarse otras personas en un futuro. Un futuro que naturalmente no pueden conocer... hay que ser soberbios y vanidosos. Para ello, en su locura, llegaron a prever incluso,  la existencia de un "Tribunal Constitucional"  compuesto por una especie de sacerdotes que interpretan las sagradas reglas que escribieron aquellos iluminados y, por supuesto y es lo que convierte a las constituciones en aberrantes para un gobedano, de un sistema muy arduo y costoso para evitar variar su contenido en las partes que esos "padres de la patria" consideraron fundamentales... realmente es cómico. Curiosamente sucede que las constituciones se supone que se redactan entre otras cosas para dar un "marco estable" para la convivencia, unas reglas de juego básicas,  pero al foco tiempo son un foco de tensión ya que carece de la elasticidad de adaptarse a las necesidades cambiante de la sociedad. Resulta grotesco como tienen que retorcerse su interpretación para que la convivencia siga siendo posible sin ofender su espíritu sagrado.  En el fondo tener una constitución por la que regirse termina dando los mismos problemas que gobernarse siguiendo un libro sagrado como la Torah o el Corán, cosa que por cierto hacen o intentan hacer en algunos países. Ciertamente se garantiza un orden estable pero inamovible y muerto, incapaz de manejar el mínimo cambio tecnológico o científico, ni sus consecuencias en el modo de producción,  la moda o lo que sea. 
Pero no todas las constituciones son iguales y en este sentido las hay mejores y peores; eso tiene mucho que ver con lo pretenciosos que fueron sus redactores. Así podemos distinguir entre constituciones "capa" y constituciones "traje". Las capas son sin duda las menos perniciosas, se trata de documentos cortos apenas unas cuartillas donde se declaran principios más o menos genéricos y que se resumen diciendo "Somos una unidad de supervivencia". Son constituciones tan abiertas, que al igual que una capa, permiten a la sociedad crecer, engordar y adelgazar y la capa les sigue valiendo. Por el contrario las constituciones traje están hechas a medida, son prolijas y detalladas, prácticamente regulan toda la vida pública, y no solo eso, hasta le dicen al ciudadano como debe pensar y sentir o cuales deben ser sus prioridades en la vida. Con suerte, estas constituciones al principio le sientan a la sociedad como un guante, pero a los pocos años asfixian a la sociedad porque no la dejan adaptarse a los cambios.
Ciertamente, desde el punto de vista de la Democracia Representativa, las constituciones no son una aberración, de lo contrario no existirían. Históricamente tienen su origen en los antiguos contratos entre el rey y los habitantes de un territorio, etnia o las ciudades en las que el rey, a cambio normalmente de su reconocimiento como súbditos, pagar  impuestos  y levas, se comprometía a defender y permitirles cierta autonomía de gobierno. Con la independencia americana las constituciones se ponen de moda, en este tipo de documentos los ciudadanos, dándose el doble papel de ciudadanos y reyes, se dan a si mismos una serie de obligaciones y derechos. Las constituciones se han hecho tan populares que se ha generalizado la  falacia de que no pude existir un país democrático sin tener su constitución, pero lo cierto es que no es necesario, los británicos no la tienen, por ejemplo. Algunos incluso creen que la organización democrática del país se la debemos a que se escribió una constitución y no al revés, lo que realmente es cómico, pero disculpable ya que todo lo que tiene que ver con la constitución está muy mistificado y muy promocionada entre la gente desde la enseñanza primaria.
Hay que reconocer que las constituciones dotan de inercia a la sociedad, como las religiones por cierto, es decir, que en una situación de mucha excitación y convulsión, evitan que se tomen decisiones precipitadas, o que un gobierno se extralimite en sus atribuciones y decisiones. Pero los gobedanos se sentirían muy incómodos si unas personas  ya muertas, desde sus tumbas, les ordenasen como deben gobernarse, o mejor dicho, les ordenasen, no cambiar las leyes por las que pueden gobernarse. Es de prever que, en un hipotético futuro gobedano, de haber una constitución sería una constitución tipo capa o en todo caso que si se mantuviese una constitución tipo traje no habría complejos sistemas para ser modificada en cualquiera de sus puntos y, en ningún caso, se mantendría un Tribunal Constitucional que dijese que puede o no ser cambiado ni qué está o no de acuerdo con el "espíritu" de la constitución... En una Democracia representativa Gobedana sería el voto ciudadano, junto con el voto de los representantes en el Parlamento, el que determinaría si una ley debe o no seguir adelante y no un grupo de magistrados quien lo decidiese bajo ninguna circunstancia.

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miércoles, 14 de agosto de 2013

Las ideologías políticas, el infinito y la necesidad de un entorno competitivo

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Sucede con las ideologías políticas que se comportan como la idea del infinito. Los griegos argumentaban que el espacio era infinito porque si alguien declaraba que había llegado al final bastaba con extender el brazo para que el espacio se ampliase y a sí todas las veces que hiciese falta. Es el mismo razonamiento que se empleó para demostrar que la serie de los números naturales es infinita; si escribimos un número cualquiera, todo lo grande que se quiera, y decimos que es el último numero natural, siempre podemos sumarle un uno a dicho numero y así sucesivamente.
Sucede igual con las ideologías políticas, tienden, a expandirse y no tener un final, y esto sirve para cualquier ideología, pongamos el caso de dos comunistas discutiendo, luego pondré el caso de dos liberales, para que nadie se ofenda o para que se ofenda todo el mundo por igual, si lo prefiere. Lo normal es que en esto de las ideologías cuando hablan dos seguidores intenten ver quien “mea más lejos”. Así pues pueden llevarse las cosas muy lejos, absurdamente lejos.  Por ejemplo la idea de “igualdad” o de que no debe haber “propiedad privada”. Un seguidor moderado dirá que el comunismo tiene que ver con que sea pública la posesión de los medios de producción, como las máquinas industriales o la tierra agrícola, por ejemplo, pero habría quien diría que las casas familiares no tienen porque ser privadas y que muy bien puedan ser ocupadas por más de una familia, incluso que cualquiera pueda trasladarse a vivir a cualquier casa, con independencia de que otro ya la ocupe, incluso puede ponerse en cuestión la idea de matrimonio ya que todo ha de estar en función de la comunidad y a la disposición de todos y que la idea de poseer una pareja no deja de ser una idea burguesa de posesión; incluso los hijos tienen que quedar a disposición de las decisiones del estado, puesto que los padres no pueden pretender egoístamente poseer a los hijos que evidentemente existen gracias a la comunidad y para la comunidad… como se ve, siguiendo la lógica de que no debe haber propiedad privada y que los intereses generales están por encima de los generales se pueden llegar a decir cosas muy poco, cuanto menos, prácticas. ¿Por qué no compartir la ropa o el cepillo de dientes? De manera que fijar hasta donde deben llegar los principios teóricos del comunismo se convierte en una cuestión imposible de resolver porque el límite se aleja  a cada paso que damos para alcanzarlo; siempre alguien puede "extender la mano" o "mear más lejos" y decir que el límite de hasta dónde puede llegar el Estado o el límite a la igualdad en el comunismo, queda más allá. En estos casos los que se ven sobrepasados por sus compañeros más radicales apelan siempre a “ser razonables” ¿pero qué es lo razonable? y ¿Quién lo decide?

Con el liberalismo sucede lo mismo, por ejemplo, actualmente los liberales hablan de que los padres deben disponer de un "cheque escolar" que le sea entregado por el gobierno, de manera que cada familia elige libremente el colegio al que quiere enviar a sus hijos, sin que el Estado le diga donde puede o no hacerlo, y pagar con el cheque al centro educativo. Pero alguien “más liberal" podría decir que el Estado, con el dinero de los ciudadanos, no debe pagar la educación de nadie o, aún más, por qué el Estado se cree en el derecho a forzar a que los padres escolaricen a sus hijos o impedir que los hijos trabajen junto a sus padres desde jovencitos ¡Cada persona ha de ser libre para educar a sus hijos como crea conveniente! ¡Faltaría más!... Y así entramos en la vieja discusión sobre cuál ha de ser el límite de la libertad individual. Lo mismo sucede con la vieja discusión sobre cuál debe ser la dimensión del Estado, evidentemente sea cual sea la dimensión del Estado y sus competencias, el más liberal será el que dé un paso más en proponer un Estado más pequeño y, ya puesto. porque tiene que haber un Estado, la sola idea de Estado ofende a un liberal de verdad; lo que realmente un hombre necesita es sólo un buen rifle. De esa manera, unos liberales llegarán a ser tachados de conservadores, incluso socialistas, por otros más ultra liberales, lo que es sarcástico y muy divertido, al menos a mí me lo parece cuando he tenido la oportunidad de asistir a una de esas discusiones entre "hermanos”. Los liberales más comedidos, como los comunistas menos radicales, apelarán a lo razonable pero una vez más ¿qué es lo razonable y quién lo decide?
Con todo esto no quiero decir, ni mucho  menos, que las ideologías sean absurdas y que tienen que desaparecer en un hipotético futuro con participación democrática de los gobedanos, todo lo contrario. Las ideologías, organizadas en partidos políticos o no, en un futuro  tendrán que seguir inspirando propuestas e ideas convenientes para solucionar los problemas que se vayan planteando. Además, estas ideologías tendrían una contención y una medida que le vendrían impuesta por la competencia con las demás ideologías con las que chocaría en cada votación. Digamos que “lo razonable”  y “los límites” para las ideologías los marcaría la propia ciudadanía con sus decisiones... sus votos.
 Me gustaría hacer ver a las personas que defienden ideologías que cualquier ideología fuera de un entorno competitivo con otras ideologías tiende a convertirse en absurda y peligrosa; como cualquier “animal” en un entorno en el que carece de competencia empieza a multiplicarse hasta que daña su propio ecosistema. Allí donde una ideología se ha impuesto sobre todas las demás no ha tardado en intentar cambiar las reglas del juego a su favor y llevar sus propuestas hasta el absurdo… y el absurdo no es otro que el deteriorar a la propia sociedad, poniendo la ideología, y el bienestar de los que la sustentan claro está, por encima del bienestar de la sociedad.
Para ser justos, siempre sucede, y resulta muy humano por no decir biológico, que ante la aparición de una novedad de cualquier tipo comenzamos a experimentar con ella explorando los límites de su uso y aplicación, hasta que finalmente se llega al punto donde la novedad no solo pierde lo que tuvieran de bueno sino que comienza a resultar dañina. Estamos obligados biológicamente a explorar; en la práctica esto implica llevar las cosas al límite, al absurdo. Sucede allá donde miremos; con las modas en el vestir, con la tecnología, la manera de hablar o con las ideas. Comenzamos a acortar o alargar los bañadores hasta que dejan de ser prácticos para bañarse; algunos comienzan con un tatuaje discreto y terminan convirtiéndose en lienzos; descubrimos una coletilla y la usamos en cada frase hasta que termina no significando nada; comenzamos con el motor de explosión y terminamos enterrados en humo; empezamos a usar tecnología de la comunicación hasta que nuestra intimidad y nuestro descanso se ven amenazados. Para las personas, incluso toda una sociedad, inmersas en esta “exploración” parece que la novedad en si es un valor en sí misma de manera que se pone por delante de la misma supervivencia, hasta que, por necesidad, tenemos que parar si no queremos morir en el intento.
El mundo de las ideas no es distinto, por ejemplo a principio del siglo XX la idea de nación o la de clase social y, en general, la idea de que el individuo estaba al servicio de los proyectos políticos y las grandes ideas sociales eran la moda, y la ley, de esa manera millones de personas murieron explorando los límites del fascismo y el comunismo. Después, como era de esperar, nos movimos al otro extremo, de modo que el individuo. la idea de individuo, se puso por encima de cualquier otra, como la nación o la propia familia; en todo y en todas circunstancias el individuo era lo más importante. Fue en la posguerra, inmersos en ese nuevo credo cuando que se parieron, los nuevos mandamientos divinos, los famosos Derechos Humanos, que no dejan de ser un exceso, aunque no resulte fácil de apreciarse en este momento, ni, en consecuencia, políticamente correcto decirlo aquí ni ahora; pero alguien tiene que empezar a decirlo.
De manera que no podemos ser muy duros con las ideologías; en el fondo los ideólogos son exploradores que cargan con la carga de llevar las ideas hasta el límite, alguien tiene que hacerlo, lo que no podemos hacer es seguirles ciegamente ni, lo contrario, dejar pasar lo que de bueno puedan traernos de sus viajes.

Se podría argumentar que el hincapié que hacemos aquí sobre la participación es una suerte de fundamentalismo democrático y, efectivamente, lo sería si creyésemos que la democracia está por encima de la supervivencia misma de la sociedad y las personas; pero no creemos esto, lo que aquí mantenemos es que ha llegado el momento de mas democracia no que la democracia sea valiosa en sí, dicho de otra manera, y por si no ha quedado claro, cualquier forma de gobierno que se ha dado o se pueda dar en el futuro incluyendo las denostadas dictaduras no son peores que las democracias, todo depende de las circunstancias en las que está inmersa una sociedad. Así pues aquí no defendemos la democracia, en concreto la participativa, por que creamos que sea superior en términos absolutos, sino porque creemos que es la más adecuada para nuestra sociedad en el momento actual por las razones que hemos argumentado en las primeras entradas del blog. De hecho ni siquiera proponemos un modelo puro de participación sino uno mixto en parte participativo en parte representativo, y que sea la propia sociedad la que fije cuál debe ser la proporción.

Me gustaría terminar insistiendo, como siempre que tengo oportunidad, que ni las ideologías, ni los partidos que las inspiran, deben oponerse a la Democracia Representativa  Gobedana, ni percibirla como una amenaza, si es que no temen competir con las demás ideas e ideologías. Es más, la participación directa de la gente con sus votos en la toma de decisiones, es el entorno más deseable que se pueda concebir, en este momento de la historia, para extraer todo lo mejor de cada ideología y ponerlo al servicio de la sociedad.

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